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La «laicidad positiva» francesa, un toque de atención para Zapatero

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A nadie ha dejado indiferente el sorprendente discurso de Nicolás Sarkozy pronunciado en el Elíseo ante Benedicto XVI, durante su reciente visita a Francia. Pese a que su reconocimiento del importante aporte de las religiones a la sociedad y la defensa del principio de «laicidad positiva» como propiciadora del diálogo y la tolerancia no era una novedad en el pensamiento del presidente francés, pues ya había defendido esta idea en diciembre cuando acudió en Roma a la Basílica de San Juan de Letrán, la insistencia en su compromiso de establecer nuevos caminos de colaboración entre el Estado y las religiones ha resultado una dura llamada de atención para el Gobierno de Zapatero, que desde la pasada legislatura intenta desplazar a la fe del espacio público y, en pro de un mal entendido Estado aconfesional o neutral, arrinconar a la Iglesia.

La Francia moderna y laica, que ha llevado hasta el extremo la separación entre Iglesia y Estado, defiende ahora como un valor la colaboración entre las organizaciones religiosas y el Estado no sólo para resolver los problemas de los ciudadanos, sino como una manera de favorecer el diálogo y la convivencia y contrarrestar los fundamentalismos y fanatismos.

Palacio de La Granja (España)No pocos obstáculos, sin embargo, advierten políticos y expertos consultados por ABC, deberá sortear nuestro país para alcanzar esa soñada «laicidad positiva» propuesta por Sarkozy y que, por otra otra parte, defiende nuestra Constitución, al reconocer que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones».

Así, el catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad de Navarra, Jorge Otaduy, insiste en que España va en camino inverso a Francia, ya que aunque la Constitución española no mencione concretamente el término laicidad, se trata de un valor constitucional. Para el catedrático, este marco jurídico que favorece unas relaciones normalizadas entre Iglesia y Estado, enfrenta, sin embargo, «una presión por parte de los poderes públicos para hacer una interpretación negativa de la noción constitucional de laicidad».

La ausencia de una cultura política que contemple las fuentes históricas de la propia identidad parece alentar también la tremenda ruptura cultural que conlleva el laicismo. Así lo advierte Josep Miró i Ardèvol, presidente de E´Cristians, quien sostiene que en España «la izquierda se reinventa a sí misma, creándolo todo -como el matrimonio homosexual- mientras que la derecha ha dejado de defender la tradición, no tiene ningún valor, ni nada qué trasmitir».

El diputado socialista Ramón Járegui, considera, en cambio, que lo que sucede en España no es tanto una avance de un proyecto laicista sino el de una progresiva aconfesionalidad del Estado, una reivindicación que, para el socialista, es «mayoritaria» y frente a la cual la Iglesia no ha tenido una «actitud madura». «Los incidentes -señala- que hemos vivido la pasada legislatura han sido perniciosos para la expansión de una laicidad positiva porque los conflictos que la Iglesia ha producido con el poder político ha generado una expansión de un laicismo excluyente» en la sociedad.

«Una revolución sin límites»

Sin embargo, el profesor del Área de Iglesia y Sociedad en la Universidad Pontificia de Comillas, Luis González Carvajal, recuerda que el PSOE «había realizado un cierto proceso de acercamiento al tema religioso y que fue Zapatero, probablemente porque era la forma de ganar las elecciones internas a Bono, quien alimentó el enfrentamiento con la Iglesia, incluso mucho antes de llegar al Gobierno». El teólogo va más allá y destaca que sin bien «la actitud de los partidos empujan una cierta beligerancia de la Iglesia y la de la Iglesia hacia los partidos, lo importante no es quién ha empezado sino quién quiere terminar».

Una «revolución cultural sin límites» liderada por el Gobierno, y según la cual «todo es posible», es para monseñor Manuel Ureña, arzobispo de Zaragoza, el principal obstáculo para alcanzar la paz entre Iglesia y Estado. «A diferencia de Francia, en España no sólo se ha perdido la idea de derecho natural sino que además se legisla para las minorías y el discurso laicista es de minorías».

El diputado popular, Federico Trillo, remarca «la mirada al pasado» con la que el Gobierno trata el hecho religioso, ignorando «la evolución expansiva de la libertad religiosa, como principio ordenador de las relaciones entre las religiones y los Estados». «Es víctima de los estereotipos reaccionarios de finales del siglo XIX entre el clericalismo y el anticlericalismo».

Publicado en Abc, Madrid 20 de septiembre de 2008

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